E ti vengo a cercare. Franco Battiato en el Auditorio Mar de Vigo, viernes 4 de septiembre de 2015.

 

E ti vengo a cercare
con la scusa di doverti parlare
perché mi piace ciò che pensi e che dici
perché in te vedo le mie radici.

(Y te vengo a buscar, con la excusa de tener que hablar

porque me gusta lo que piensas y dices

porque en ti veo mis raíces)

Ayer, en Vigo, abracé el pasado. Veintisiete años han transcurrido desde que viese por primera vez al singular Franco Battiato, con mi “hermano” Miguel Gasamáns, hacer saltar por los aires el abarrotado pabellón de Santa Isabel en nuestra Compostela natal.

Hace unos meses, con motivo del concierto que el siciliano iba a ofrecer en Vigo, la mayoría de los medios informaban de que se trataba de la primera actuación del artista en Galicia. Nuestro testimonio sirvió para que, de la mano de Desconcierto, a través de la encantadora y multifacética Monica Mura se subsanara el equívoco. Os remito al artículo.

Mi “hermano” Miguel, como podéis comprobar en el citado artículo, todavía conservaba la entrada de aquel concierto (ni el mismo Diógenes…).

Tras la suspensión de junio, causada por una fractura en el fémur sufrida durante el tour, Battiato se presentó ayer noche en el Mar de Vigo para deleitar a una audiencia entregada de antemano.

Y sí, el Mar de Vigo, también sucumbió.

Battiato

Si en el concierto del pasado siglo, como le comentaba a Monica en nuestras charlas, Battiato había roto el hielo con ese adagio titulado L’oceano di silenzio, la pasada noche y siguiendo fiel a su costumbre, limpió el ambiente con otro tempo lento: L’ombra della luce (uno de tantos himnos que se encuentran entre mis favoritos como podéis constatar si seguís este enlace)

Sentado en el medio de un escenario espartano, solo decorado por un minimal juego de luces y arropado por dos teclistas y un cuarteto de cuerdas, coronado por unos auriculares over ear para ofrecer lo mejor de su, todavía, magnética voz, Franco Battiato fue desgranando un repertorio absolutamente delicioso en el que mezcló italiano y castellano, lanzado un anzuelo invisible en el que la audiencia picó sin presentar batalla. Es humano rendirse a la evidencia y, sirva el que escribe como ejemplo, tropezar dos veces en la misma piedra.

Algunos temas de sus últimos trabajos como el Pasacaglia (versión del Passacaglia della vita del compositor del seicento italiano Stefano Landi) se mezclaron con clásicos inmortales de su repertorio: Gli ucelli, L’animale, Nomadi, L’era del cinghiale Bianco, No time no space, Il re del mondo, Prospettiva Nevski, Secondo imbrunire, Lode all’inviolato…

Sublimes, la versión a piano y cuerda de La cura, la canción favorita de Marta y de Monica Mura, y la extraordinaria E ti vengo a cercare, por la que profeso especial debilidad. Emocionante y deliciosa la versión del clásico de la canción  italiana de los sesenta Te lo leggo negli occhi.

Para los bises esa delicia llamada Stranizza d’amuri en su dialecto siciliano natal y para acabar la faena, I treni di Tozeur, Voglio vederti danzare, La stagione dell’amore, y hasta el Cuccurucucu…

Escuché al acabar el cuarto bis, y ya enfilando la salida hacia uno de los vomitorios, un comentario suelto de algún insaciable que se lamentaba en la grada de no haber podido verle veinte años antes…

Como comprenderéis yo estoy profundamente agradecido, diría que hasta casi me siento bendecido, por haber podido disfrutarlo, junto a Marta, casi treinta años después.

Grazie mille, Maestro.

 

 

 

Prospecto

Hoy es viernes de dolores. Se acaba una semana de mucho dolor. De familias rotas por la absurda decisión de un hombre roto.

Supongo que la mayoría de nosotros se habrá cuestionado en algún momento aquello de tener la vida resuelta. Probablemente muchos de los adultos que viajaban en ese avión. Pero la vida no es una ecuación. No se despeja la incógnita. No hay una única solución perfecta. La vida es prisionera del azar, de la voluntad de la naturaleza, de los infiernos del ser humano.

Por mucho esfuerzo que ponga en ello me veo incapaz de siquiera imaginar cómo se han de sentir aquellos que, de una u otra manera, se han visto afectados, directa o indirectamente, por esta tragedia. Pienso en padres, madres, hijos, hijas, parejas, familias que han visto su vida truncada. Pienso en la familia del hombre que ha provocado esta masacre y en cómo sus vidas han quedado marcadas por su acto. Pienso, acaso, en esa pareja con la que según las últimas informaciones rompió su relación no hace mucho tiempo. Se levantan a mi alrededor horizontes de duelo.

Sería hermoso que estas palabras de condolencia que tanto soban nuestros prohombres en los vestíbulos del drama, su férrea voluntad de ofrecer consuelo y de poner medios para remediar esta, y otras situaciones que vivimos a diario, no se rindiesen prisioneras de la urgencia, no cayesen en saco roto.

Pero no vivimos en Utopía.

Tendremos que seguir caminando al amparo de la química.

 

PROSPECTO

Soy un ansiolítico.

Actúo en casa,

hago efecto en la oficina,

me presento a los exámenes,

comparezco ante los tribunales,

reparo tacitas rotas.

No tienes más que ingerirme,

Ponme debajo de la lengua,

No tienes más que tragarme,

Con un sorbo de agua basta.

Sé enfrentarme a la desgracia,

Soportar malas noticias,

paliar la injusticia,

llenar de luz el vacío de Dios,

elegir un sombrero de luto que favorezca.

¿A qué esperas?,

Confía en la piedad química

Todavía eres un hombre/ una mujer joven,

Debes seguir en la brecha.

¿Quién dice

que vivir requiere valor?

Dame tu abismo,

Lo acolcharé de sueño,

me estarás para siempre agradecido/agradecida

por las patas sobre las que caer de patas.

Véndeme tu alma.

No te saldrá otro comprador.

No existe ningún otro diablo.

SZYMBORSKA, W. (1997: 76) Paisaje con grano de arena, (tr. de Ana María Moix y Jerzy Wojciech Slawomirski), Editorial Lumen, Barcelona

Maronda en el Kunsthalle

No estaba Paul Giammatti ni, para que mentir, brillaba el sol como en los viñedos de Santa Bárbara que tan bien retrataba la deliciosa “Entre copas” de Alexander Payne. Pero sí que había vino: Joaquín Rebolledo, mencía y godello, para gustos, sabores. Y para inaugurar este ciclo de vino y música llamado “Baixo a vide” (Bajo la vid) la organización tuvo a bien invitar a Pablo Maronda que se acercó desde su Valencia a 24 graditos a este reino de humedad interminable en el que se ha convertido la tierra que habitamos.

En la penumbra del Kunsthalle nos pertrechamos detrás de nuestras copitas de mencía y godello, conseguí un cómodo sustento en una columna, me mecí en el calor con el que me regalaba el caldo de Rebolledo y disfruté, en buena compañía, de lo que tuvo a bien ofrecernos Pablo.

Un menú basado principalmente en las canciones de ese tesoro llamado “La orfebrería según los místicos” con el que el levantino tuvo a bien obsequiarnos el pasado año.

Hubo, además, tiempo para escuchar algún tema recién salido del horno, para realizar alguna visita al pasado y hasta para deleitarse con un deliciosa versión de “Brass buttons” de Gram Parsons.

En este directo íntimo las canciones de Pablo Maronda nos atraparon gracias a su buen hacer en el escenario (y fuera de él), y a una voz que transmite (lo que se agradece entre tanta sosería insufrible).

Pablo-Maronda

Ya lo decía Baltasar Gracián: “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Pues eso: que fue breve y, por tanto, doblemente bueno y dejó un gran sabor de boca.

Espero que Maronda se vuelvan a acercar por estos lares y puedan comprobar que por aquí el sol se recoge cuando le llega la hora de dormir (aunque haga ya mucho tiempo que no lo veamos).

Os recuerdo que podeis bajar gratuitamente “La orfebrería según los místicos” desde la página de Maronda.

Una voz en el desierto (Germán Coppini: in memóriam)

Se nos fue el chico que consiguió que a todos los varones de este país se nos iluminase el semblante, ante la posibilidad de que nos pusiesen una soga al cuello.

Esa la escribió Miguel Costas. Por aquel entonces eran un cuarteto y lucían en la portada de su primer revolcón (¿Cuándo se come aquí?) caricaturizados como los hermanos Dalton, con su traje de presidiarios.

Coppini, Costas, Hernández y Torrado: Siniestro Total. Una obra maestra del humor que abofeteó el panorama musical español de octubre del 82, mientras el país se ponía en manos del profeta de Suresnes.

Siniestro-Total-Cuando-Se-Come-Aqui-Del-1982-Delantera

En una de aquellas sesiones vespertinas de Liberty en Santiago, probablemente un domingo, mi primo, el gran Alberto Nogueira, cruzó corriendo la pista para decirme:

-Manuel: éste es el nuevo grupo de Germán el de Siniestro, el grupo del que te he hablado…

Y me dejé llevar por ese estruendo de percusión, bajos y sintetizadores y por una letra que podría haber firmado el mismísimo Jean-Paul “el infierno son los otros” Sartre: “No mires a los ojos de la gente, me dan miedo, siempre mienten…”

Algo cambió para siempre.

Germ´n

Germán se transformó en el catalizador de los sentimientos, las frustraciones y los anhelos de toda una generación, sin siquiera proponérselo. Él se dejaba llevar, como un colibrí, picando de flor en flor: el ecléctico sublime.

Se equivocó Morrissey con el nombre del protagonista. El primero de la banda en morir no fue Héctor, fue Germán, el que “robó a los ricos y a los pobres, y a los no tan ricos, y a los rematadamente pobres, el que les robó los corazones” (First of the gang to die-Morrissey).

El que nos robó el corazón. Los corazones. Los fue coleccionando con su talento, como un Nabokov atravesando con su aguja el vientre de una nueva mariposa que sumar a su colección. Nos fue coleccionando, como quien colecciona moscas…

Era tan rematadamente sutil que perpetró el robo más audaz de la historia de la literatura: robó su verso más totémico al inigualable Bertold “en mi canción una rima casi me resultaría una insolencia” Brecht, y lo convirtió en el buque insignia de la primera entrega de su nueva banda: Golpes Bajos.

golpes-bajos 1

Tras la portada de Ceesepe, cinco píldoras contra la apatía coronadas por un himno excepcional: “Malos tiempos para la lírica”

Coppini era un prestidigitador. Tomaba posesión de referentes culturales ampliamente conocidos, los transformaba y nos los devolvía creando un universo nuevo, propio, inteligible, inteligente: “Y es que nunca me acuesto sin no haber aprendido algo nuevo…” (Tendré que salir algún día)

Para la segunda entrega Francis Montesinos decoró una de las mejores portadas de la historia de la música española: la banda ataviada con los trajes de aldeana sobre el granito emborronado de musgo de la Galicia materna. A Santa Compaña. Ritos y leyendas.

A santa Compaña

Aquel verano estábamos estudiando en la biblioteca pública de Santiago, en Casas Reais, para recuperar algún tropezón de la singladura académica, cuando ojeando el periódico descubrimos que esa misma noche en Vigo, en los conciertos de Castrelos, tocaban Siniestro Total y Golpes Bajos. Así que, ni cortos ni perezosos, Alberto y yo, tanto monta, nos embarcamos en un tren hacia el sur para asistir al evento.

Siniestro, en formación trío, con Julián todavía en la batería, deshojaron el material de “Menos mal que nos queda Portugal” al grito de “¡Cachamuiña, non te esquecemos!!!”.

Tras ellos, con el fondo de escenario decorado con una cruz de Santiago y una concha de peregrino de diseño, aparecieron Germán y el resto de la banda: Teo Cardalda, Pablo Novoa y Luis García.

golpes-bajos

Germán susurró: “Esta es nuestra tarjeta de presentación” y sonaron los primeros acordes de “A Santa Compaña”.

Una actuación memorable en la que ejecutaron los temas del primer maxi, el álbum»A Santa Compaña» al completo, y deslizaron el adelanto de lo que sería la última entrega de la formación: “La virgen loca” de Devocionario.

Devocionario

¿De qué nos habla Germán en aquellas canciones y en otras de su travesía en solitario?, ¿en esas canciones que como advertía Morrissey “te hicieron llorar, las que te cambiaron la vida…”? (Rubber ring-The Smiths).

Veamos.

Del primer amor: “Un beso en un portal, un abrazo, ¡hasta mañana!, ¡Qué hombre me sentía cuando a ti te acompañaba! Tú lo eras todo y yo era nada…” (Cena recalentada)

Del amor sumiso: “…son escenas olvidadas, repetidas tantas veces, no se ama a los sumisos, simplemente se les quiere…” (Escenas olvidadas)

Del amor marchito: “…Meto los faldones en el pantalón, me aliso el cabello tarareo una canción, el colegio de la cría, el alquiler del televisor, ¡Hace tanto tiempo que no hacemos el amor!” (La reclusa)

Del amor mítico: “Pero de todos mi preferido, el papel que me va, lo que hace un hombre enamorado, es el ladrón de Bagdad” (El ladrón de Bagdad)

De la búsqueda del amor: “Tengo de todo en la vida, pero me falta el amor que aguante las tonterías de un cantante soñador…” (Carabás)

Carabás

De la amistad: “Moreno y claro saben desde hace tiempo que todos los hombres son iguales, para sobrevivir en este mundo no hay como tener amigos leales…” (Moreno y claro)

De la pérdida de la amistad: “Y me llamas de amigo con un hilillo de voz o una sonrisa nerviosa que da a entender tu desgana, con el vulgar apretón de unas manos siempre sudadas…” (Desconocido)

De la traición y el arrepentimiento: “Derramando últimas lágrimas, vivo mi arrepentimiento, en esta cárcel de fuego donde el alivio es incierto…” (Ayes)

De la insoportable levedad del ser: “Detrás de esta farsa, llora el corazón…” (Travesuras de Till)

De la destrucción de los mitos de la infancia: “¿Te acuerdas de esa casita? Pues ahora han construido un hotel…” (Hansel y Gretel)

De negarse a la rendición a pesar de haber perdido el camino: “No perdemos la manía de tener esperanzas…” (Alien divino); “Buscarte y quedar rendido, soy la sombra que has perdido al comenzar a andar…” (Pepito, el grillo)

De los seres vacíos: “Miradas de cristal bajo el saxo envueltas, perfecciones en los rizos, sus gargantas secas…” (Fiesta de los maniquíes)

Coppini

Y, al final, y como de puntillas, de sí mismo: “Yo soy el chico de ayer que juega a escribir canciones, todas ellas de memoria sin haber dado lecciones. A veces cuando me acuesto me siento un privilegiado al que otros hombres envidian por el amor que me han dado…yo soy el chico de ayer, un culo de mal asiento, el eterno quinceañero, una voz en el desierto…No quiero hacerme mayor ni un trovador decadente de los que sacan tajada al corazón de la gente. Por ser el mismo de ayer me dejaré la garganta, aunque mi canto sea débil encierra mucha esperanza…” (Chico de ayer)

Podría pasarme horas y horas recordando todos aquellos momentos, todas aquellas canciones (estas que cito como ejemplo y tantas otras que quedan en el tintero).

Al día siguiente de recibir, como una puñalada, la noticia de la muerte de Germán comentaba con Fernando de Arana, mi gurú musical, que después de tantos años aún podíamos recordar las letras de canciones que no habíamos escuchado desde hacía casi un cuarto de siglo.

Las letras de Germán son imperecederas, atemporales, imperfectas, incisivas, etéreas, terrenales, maleables, concisas, difusas, tenaces, nostálgicas, absurdas, puras, traviesas, asombrosas, divertidísimas, tristísimas…

Podría amontonar un millón de adjetivos más y no conseguría transmitir la esencia de lo que sus textos y su voz significaron para nosotros.

Pero ya es suficiente, porque «por dentro tengo el alma envuelta en un traje a medida» y esto:

“No da para más, no da para más, que aparezca un alien divino y nos haga soñar…”

Formas parte de mí, Germán. Gracias de corazón por habernos dejado acompañarte en este hermoso viaje…

german-coppini

Martyrium (Valentina Negro #2)

“Yo quisiera ser luminosamente tuya
y soy oscuramente mía.”

Gloria Fuertes

Esta pareja, Nieves y Vicente (tanto monta, monta tanto), podrían firmar lo que cantaba, en su segundo single de éxito, la Britney Spears: “Oops…we did it again”.

Se puso en funcionamiento la conexión ártabro-mediterránea para alumbrar una nueva aventura de la pareja de moda en la novela negra en español: Valentina Negro y Javier Sanjuán, la audaz inspectora y el sesudo criminólogo.

Si en la primera entrega de la saga, la espléndida “Crímenes exquisitos”, la acción principal de la novela se desarrollaba entre A Coruña y Londres, en esta segunda entrega se une a las anteriores, convirtiéndose en verdadera protagonista, la Ciudad Eterna: Roma.

En pleno carnaval romano la sangre teñirá de rojo la pureza de la nieve.

A la Negro, Sanjuán, la periodista Lúa Castro y otros nombres ya conocidos por los lectores de la primera entrega, se unirán nuevos personajes, algunos de ellos más oscuros que Darth Vader, que se verán envueltos en una trama perlada por varios asesinatos «con firma» que nos resultarán familiares.

Acción con un ritmo trepidante, arte, sexo, intriga, corrupción, suspense, la curia, en un thriller que podría haber firmado el mismísimo Hitchcock. Sí, Alfred Hitchcock, el director de cine, porque si algo caracteriza la literatura de Nieves y Vicente es su profunda carga cinematográfica. Son libros escritos para ser leídos y para ser vistos.

No perdáis el tiempo: acercaros a la librería más próxima y subid al tren de la emoción.

Se acabaron las bromas: bienvenidos a los CRÍMENES BARROCOS.

Colleiteiros

Albisquei aos meus pais facéndoo, cando eu era cativa de máis para saber de que se trataba.

Os seus sorrisos, os agarimos, as mans procurándose, un deterse o tempo en cada ollada que se regalaban: así era como o vivían.

Nunca fomos á escola. A miña nai ensinounos a ler, a escribir, ensinounos a facer as contas. O noso pai calcaba mapas dun vello atlas herdado, dentro das siluetas poñiamos os nomes dos montes, dos ríos, dos mares. Foron anos nos que a aprendizaxe era un xogo que gustabamos de xogar.

Fomos crecendo.

Os días de colleita, a casa se vestía de festa. Había un almorzo especial. Na mesa todo era ledicia.

Coas súas mellores galas preparábanse. Ela peiteada á perfección, co traxe de vestir nas festas. El coa gravata que estreou o día da súa voda. Íaselle sempre a man co perfume.

Papá poñía betume nos zapatos como lle ensinara a facer seu pai, meu avó, o zapateiro. Mamá regaba as plantas con parsimonia. Botábanlle comida á cadela na súa cunca de metal.

Neses días tomaban o seu tempo para facer calquera cousa, por nimia que fose. Paseniño.

Chegada a hora, xa coa porta aberta da casa, bicaban ao meu irmán máis vello, Xocas, e logo ao meu irmán Fiz, o mediano, e despois bicábanme a min.

Os seus ollos sempre sorrindo. Nunca dixeron adeus.

Mamá deixaba o xantar feito do día anterior. Xocas tiña permiso para acender o lume. Nesas ocasións era “o home da casa”.

Cando quedabamos sos, se non chovía, saiamos a xogar á beira do río.

Xocas rubía ás arbores e dende unha póla ben alta vixiaba os nosos movementos. Fiz demorábase collendo saltóns e arrincándolles as patas. Eu ollaba para as nubes buscando formas de animais, matando formigas co lombo.

Se, pola contra, chovía, xogabamos ás escondidas dentro da casa.

Cando os nosos pais regresaban traían sempre un presente para cada un: un novo libro, pau de regalicia, un feixe de bólas para xogar no xardín.

Aquel serán, ao abrir a porta, vin por vez primeira a un policía. Leváronnos aos tres á comisaria. Tremiamos.

Nunha parede baixo a lenda “Búscanse” había unha foto dos nosos pais. Na miña inocencia pregunteille a un policía se os estaban a buscar. Miroume con desprezo antes de dicir:

-Non raposa: a eses porcos xa os atopamos,  xa lles chegou o seu San Martiño!

Rompín a chorar. Non entendía nada. Xocas tratou de acercarse. Bateron nel. Houbo berros e confusión.

Separáronnos. Pasou o tempo.

Cedo pola mañá poñemos as mellores galas. Xocas peitea a súa longa cabeleira con agarimo. Fiz ponlle betume aos zapatos como lle ensinou a facer o noso pai. Eu pásolle o ferro ao vestido antes de poñelo. Váiseme a man co perfume.

Facemos un almorzo especial. É todo ledicia.

Mentres eles lle botan comida ao can, na súa cunca de plástico, eu doulle de beber  ás plantas.

Antes de saír da casa, xa coa porta aberta, botamos unha ollada cara á parede onde está a foto dos nosos pais. Os nosos ollos sorrín.

Mediodía.

Xocas albisca dende unha fiestra no alto. Fiz mata o tempo xogando no teléfono. Eu cos cinco sentidos alerta, agardo o sinal do Xocas.

Entra o furgón na rúa dobrando a esquina. Estaciona fronte á sucursal.

Chegou a hora da colleita.

Ex Machina

Mariló Montero debería pasarse por el Centro Galego de Arte Contemporáneo. Allí encontraría argumentos para seguir afianzando esa teoría suya, enraizada en la metempsicosis, de la transmigración de la vileza de las almas a través de los órganos de los donantes.

Iluminándonos acerca de cómo la maldad puede trasvasarse, como se trasvasa un líquido de un recipiente a otro,  a través de la carne.

Supongo que los escrúpulos que la periodista mostró en su editorial mañanero (y que tanto chascarrillo encendieron), suelen perderse cuando la propia vida, o la vida de una persona cercana, depende del órgano de un donante.

Traigo el episodio a colación, porque viendo uno la magnífica exposición de Fuco Reyes, Ex Machina, patrocinada por la empresa Espina y Delfín, S.L., no se puede dejar de pensar que esas herramientas, esas máquinas fotografiadas en el taller de la citada empresa, poseen un cierto halo de vida propia que el fotógrafo capta con maestría y que llevaría a Mariló a concluir, probablemente, que si una máquina tiene alma, cómo no van a tenerla la vísceras que se trasvasan, sin llegar a morir, de un recipiente a  otro.

Fuco Reyes «Ex Machina»

Porque así, solas, fotografiadas en los momentos en que los operarios no se encontraban en el taller, se nos muestras estas extrañas formas de vida.

¿Inertes?

Máquinas que nos dan la vida y nos matan, que nos ayudan a evolucionar y a aniquilarnos, que nos sirven y nos esclavizan, que nos alimentan y nos devoran.

Algunas veces se encuentran respuestas en lugares insospechados.

En lugares insospechados, algunas veces, encontramos alicientes que empujan nuestra curiosidad para que no dejemos de hacernos preguntas.

Fuco Reyes “Ex Machina” : en el CGAC, hasta el 13 de enero de 2013.

Mavis Staples: I’m still here!

Ni aunque lo intente consigue uno ver lo que se esconde tras la sonrisa infinita de Mavis Staples. Su sonrisa lo llena todo. Detrás, su voz profunda arropa, como un abrigo lo hace del viento en los fríos días de invierno, de los inviernos ventosos de los que procede, allá en su Chicago natal.

¿Cuántas almas pueden viajar en una voz? ¿Cuántos corazones la habitan?

Mavis ha recorrido un largo camino, construyendo codo con codo, con tantos otros, la autopista de la libertad, por la que ahora circulamos.

Ella y los suyos dieron la batalla. En los tiempos oscuros. Cuando era necesario.

Mavis

Y sin embargo, no mira al pasado con ira, como hacen los que se alimentan del odio.

Ella mira al futuro. Con esperanza, con alegría, con felicidad. Ella nos carga las pilas.

Eso es lo que transmite la todavía poderosa voz de esta jovencita de setenta y dos años que se dejó caer ayer por el Auditorio de Santiago de Compostela, acompañada de una magnífica banda, en la que destacaba el elegante Rick Holmstrom en la guitarra.

Mavis Staples y Rick Holmstrom

Un repertorio protagonizado por el gospel y el soul, y sustentado mayoritariamente en las canciones incluidas en su último disco, producido por su paisano Jeff Tweedy, y que lleva por título “You are not alone”.

No, Mavis, si tu voz nos arropa, no estamos solos.

Si uno fuese un publicista intentaría expresarlo en una frase lapidaria. Algo así como: «el tiempo pasa, lo bello permanece». Una nadería. Un burdo cliché.

No sé cómo advertirlo…

Ojo colegas:

¡Una leyenda anda suelta!