Las sombras de la luz

Difendimi dalle forze contrarie,

la notte, nel sonno, quando non sono cosciente,

quando il mio percorso, si fa incerto.

E non abbandonarmi mai…

Non mi abbandonare mai!

(Franco Battiato, “L’ombra della luce”)

 

Defiéndeme de las fuerzas contrarias,

en el sueño nocturno cuando no soy consciente,

cuando mi camino se hace incierto.

Y no me dejes nunca màs…

No me dejes nunca más!

(Franco Battiato, “La sombra de la luz”) 

 

Una vez yo, todos nosotros, vimos la perfección.

Fue en Montreal en el verano de 1976. La perfección tenía 14 años y se llamaba Nadia, Nadia Comaneci. Hizo que millones de ojos se pegasen a los televisores para ver levitar a un ser humano, en directo, por primera vez.

Hasta los jueces de la gimnasia deportiva, esos sádicos que tienen como condición sine qua non para ejercitar la profesión su total carencia de corazón, tuvieron que rendirse ante la evidencia. Se convirtió en la primera gimnasta en conseguir un 10 en unos juegos olímpicos.

Nadia encandiló a todo el mundo y se convirtió en la pequeña gran diosa de aquel acontecimiento y en la luz que con la que su país cegó al mundo.

Nadia era rumana.

Anteayer volví a ver la perfección.

No, no me refiero a una reposición de las actuaciones de la Comaneci en Montreal, pero sí hay algún parecido: la perfección vuelve a ser rumana.

En esta ocasión se llama Anamaria, Anamaria Marinca, y hace el papel de Otilia en la película rumana 4 meses, 3 semanas, 2 días, del director y guionista Cristian Mungiu, película integrada en “un proyecto más amplio titulado Relatos de la edad de oro, una historia subjetiva del comunismo en Rumanía contada mediante su leyenda urbana. El objetivo del proyecto es hablar de aquel periodo sin hacer referencias directas al comunismo, contando diferentes historias que enfoquen opciones personales en una era de infortunio en la que la gente tuvo que vivir como si fueran tiempos normales”.

La actuación de Anamaria Marinca hace que no se puedan despegar los ojos de la pantalla, al igual que sucedía con Nadia y, si aquella volaba sobre las paralelas asimétricas como si de un ángel se tratase, esta llena de sentido un papel que no se puede digerir, una historia desgarradoramente creíble sobre unos tiempos miserables vividos en las sombras.

En las sombras de aquella luz con la que Nadia, sin pretenderlo, nos cegaba.

2 comentarios en “Las sombras de la luz

  1. […] Si en el concierto del pasado siglo, como le comentaba a Monica en nuestras charlas, Battiato había roto el hielo con ese adagio titulado L’oceano di silenzio, la pasada noche y siguiendo fiel a su costumbre, limpió el ambiente con otro tempo lento: L’ombra della luce (uno de tantos himnos que se encuentran entre mis favoritos como podéis constatar si seguís este enlace) […]

Deja un comentario