Por recomendación de Mila, a la que comenté hace unos meses que nos íbamos a acercar a Cabárceno con Irene, hicimos parada en la cueva de El Soplao y, en honor a la verdad, he decir que mereció, y mucho, la pena.
La cueva de El Soplao es una cavidad descubierta a principios del siglo XX, por los mineros que desde el siglo XIX explotaban las minas de la Florida para la extracción de blenda y galena, dos de las mejores menas para la obtención de zinc y plomo, respectivamente.
La explotación minera se cerró a finales de los setenta del pasado siglo, pero no fue hasta principios del siglo XXI cuando se habilitaron las cuevas para su visita, tanto en la modalidad turística como en la de turismo-aventura.
En la modalidad turística, la que nosotros seleccionamos, una recreación de un tren minero traslada a los visitantes hasta el nivel de la cueva, unos 35 metros bajo tierra.
La cueva está con considerada una de las grandes maravillas de la geología, atesorando un auténtico paraíso de formaciones geológicas pero, sin duda, lo que hace especial a esta cueva en concreto es la gran diversidad y abundancia de formaciones excéntricas.
Una visitá espectacular. Muy recomendable.
Cabárceno se inundó de sol para recibirnos: 28 grados en las horas centrales del día.
Queríamos buen tiempo para disfrutar de esta visita obligada. Excepcional, sin paliativos. Maravilloso parque para disfrutar todo el día saltando de aparcamiento en aparcamiento, para deleitarse con una extraordinaria selección de fauna mundial, en un entorno espectacular. Summa cum laude la exhibición de aves rapaces.
Una breve visita a la Península de la Magdalena para saludar a pingüinos, focas y leones marinos, disfrutar de la vista de la Isla de Moura desde el mirador y rodear el palacio, antes de desplazarnos a Santillana del Mar para despedir con un tranquilo paseo un maravilloso fin de semana.
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