Dos historias sin otra cosa en común que el tiempo en el que transcurren: una noche.
En After Dark, Haruki Murakami, vuelve por sus fueros en cuanto a la inspiración musical (de nuevo el jazz), para dar rienda suelta a una historia de bellas durmientes, de ejecutivos de familia estándar que por las noches se convierten en lobos feroces, del despertar de la inocencia y de la búsqueda del afecto de los otros, bajo el paraguas monótono de la gran metrópoli donde la noche convierte a la ciudad en otro lugar diferente.
En Un hombre en la oscuridad, Paul Auster utiliza de nuevo otro alter ego, en esta ocasión un posible cliente del Inserso, para pilotar una balsa en la que cruzar el largo océano de la noche, repasando por un lado su propia vida, las pérdidas y los recuerdos y, por otro, creando mundos paralelos que sirven al autor para esbozar una ácida crítica de la América de Geroge W. Bush.
Tic-tac.
(Hablando del jugo que se le puede sacar a una noche, recomiendo encarecidamente revisar, o descubrir, la extraordinaria After Hours (¡Jo, qué noche!) de Martin Scorsese. Imprescindible)